Debo decir que los terminales de autobuses venezolanos dejan mucho que desear. Lo cual es una razón más para dejar el pelero. La suciedad es tan grande que prefieres cargar la maleta antes de que se le vallen a ensuciar las rueditas quien sabe con que.
Cuando te acercas a comprar un ticket te rodean, tal cual pedacito de carne en pozo full de pirañas, una hueste de vendedores preguntándote para donde vas. Aunque para ser sincero esto no me molestó tanto porque nunca había sentido tanta atención hacia mi persona y confieso que me hizo sentir especial.
Para ir al pipi room debes sortear una serie de lagunas de orine que rivalizan con los el Lago Michigan de USA y el de Nessy. En el mejor de los casos, como el del Terminal de Caracas, están en mejor cuidado, pero son propiedad de una señora que se para en toda la puerta para cobrar.
Adicionalmente el desastre en los andenes es tal que para llegar a tu autobús designado debes ponerte el sombrerito de Sherlock y preguntar a cuantas personas te encuentre por delante y estar pendiente de las posibles pistas ocultas que te pueden indicar el paradero de tu autobús.
Durante esta experiencia no pude evitar recordar mis tiempos de adolescente recorredor del mundo en los cuales tuve la oportunidad de tomar un autobús desde
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