domingo, 24 de julio de 2011

Fracaso en el Basketball

Hace un par de meses atrás tuve la oportunidad de volver a hacer una de las cosas que más disfruto en esta vida. Jugar basquetbol.

Un grupo de chamos venezolanos empezó a reunirse una vez a la semana a jugar unas caimaneras. Un amigo me invitó y pude a volver a disfrutar de algo que, cuando estaba en el colegio, hacía todos los días.

Nos reuníamos los jueves después del trabajo. Como estábamos en verano no oscurecía sino hasta las 8 o 9 de la noche, así que podíamos disfrutar de unas 3 o 4 horas de juegos, que eran más que suficientes porque siendo puros treintones 10 minutos después de comenzar, yo por lo menos, estaba que necesitaba oxigenación artificial.

Sin embargo las partidas no se pudieron mantener durante mucho tiempo. Ya para la cuarta semana el verano se estaba acabando y empezó a oscurecer a las 7:30 lo cual me dejaba sintiendo como niño al que le daban un juguete y se lo quitaban cuando estaba más emocionado armando batallas interestelares. A la quinta semana quitaron el Sistema de Ahorro por luz del día, que es esa cuestión por la que adelantan o retrasan los relojes para aprovechar los días mas largos y a las 6:30 ya era oscuro así que no pudimos seguir jugando.

Pero, los juegos no se acabaron allí. Uno de los chamos era realmente apasionado con el básquet (alrededor de 100 veces más que yo) e hizo averiguaciones para inscribirnos en una liga local.

El deporte en Australia es muy fomentado y se pueden encontrar ligas sociales para básicamente cualquier deporte. En estas ligas se reúnen personas de todos los niveles a practicar los deportes que le gustan. Unos con la idea de hacer ejercicio, otros para mejorar y otros porque, simplemente no tienen nada mejor que hacer. Recuerdo que por esa última razón estudié informática y ahora es una de mis pasiones. Escribiendo esto me doy cuenta que tengo muchas pasiones. Me pregunto porque. Voy a pensar en eso.

El costo de la inscripción en la liga fue de $80 por el equipo y en cada partido cada integrante debía pagar $9. Estoy cubría las instalaciones (canchas de tabloncillo bellísimas con tablero de puntos electrónico) y los árbitros que evitaban que los partidos se convirtieran en una guerra a muerte. Además colocaban los resultados en el sitio web del centro de deportes para que llevaras tus estadísticas.

Así comenzamos la llamada “temporada de invierno” y pude por primera vez en mi vida jugar basquetbol como debe ser: a cancha completa, en canchas de taloncillo y con árbitros y todo. Estaba disfrutando cada minuto a pesar de que nos echaban una pela en cada partido.

Sin embargo, el ambiente en el equipo se estaba oscureciendo. Supongo que quizás el hecho de perder tantos juegos hacía que el ganar fuera más importante y toda la experiencia estaba dejando de ser un momento para disfrutar y hacer algo que a uno le gusta para convertirse en una obligación y presión por ganar.

Así que decidí salirme del equipo. Fue una decisión difícil porque significaba que iba a perder la única oportunidad que había tenido en tanto tiempo de jugar basquetbol. En realidad no me importaba el perder, más bien era el motivante para mejorar y hubiese hecho que cuando empezáramos a ganar las victorias fueran mucho más dulces, pero si me importaba el no jugar para divertirme porque al final del día eso es lo que el basquetbol es para mí. Una diversión.

Mientras me decidía pensaba “bueno Gian cálatela. Todo tiene un precio y ese es el de poder jugar”, pero al final decidí que no me la iba a calar. Yo estoy en una nueva etapa de mi vida. “La calma después de la tormenta” yo la llamo y ya no necesito aguantar elementos en mi vida que me causen estrés.

Envié un correo electrónico al equipo explicando que no iba a ir mas a los juegos e inmediatamente sentí el peso disminuir de mis hombros. Algunos de los chamos me llamaron para hablar de la situación y me dio también lástima porque algunas de las personas que estaban en el equipo eran de ese tipo de personas de la cual uno disfruta estar cerca, pero la decisión había sido tomada.

Ahora solo me resta encontrar el club de tenis de mesa más cercano e inscribirme. Nunca les dije que una de mis pasiones cuando estaba en el colegio era el ping-pong cierto? Pues sí. Yo tenía una mesa en mi casa y 2 de mis vecinos eran unos de los mejores jugadores del colegio. Jugábamos todas las semanas No puedo esperar a que vuelva a sostener una raqueta en la mano después de mas de una década.