Así que me dispuse a volver a mi ciudad natal: Acarigua. “Voy a irme temprano para llegar antes del mediodía y así poder disfrutar del resto del día” pensé. Ni me imaginaba lo equivocado que estaba.
Mi primera alegría es que parecía que iba a quedar solo en el asiento, pero en ese momento se presento Trampa Nro 2. Después que todo el mundo esta ubicado la tripulación hace subir a la otra tanda de pasajeros que no pudieron pagar su ticket completo, pero que ellos transportarán a mitad de precio. Me imagino, que el dueño de la línea no debe recibir ni un bolívar por la utilización de sus activos de esta forma.
“Arrancamos finalmente. No mas sorpresas. Es solo esperar 4 a 4,5 horas y estaré en mi bello pueblo. Lo único es que voy a llegar 2 horas mas tarde por todo el lio con las maletas y la espera de los pasajeros extras”. Pensé. Otra vez equivocado.
Apenas salimos del terminal uno de los conductores se sienta en el puesto que está en frente mío. Decidió bajar el respaldar de forma tal que debo mostrarles unas foticos. Tuve que calarme como una hora de esta posición hasta que el conductor se paró y se fue para la cabina.
Finalmente cuando tuve algo de espacio para maniobrar, saque mi librito (en ingles por cierto) y me puse a leer. 30 minutos luego el olor a quemado invade el autobús y se espicha un caucho. Bueno que se le va a hacer estas cosas pasan. El problema fue que el autobús no tenía las herramientas necesarias para cambiar el caucho, es decir, un gato. Debimos esperar como 2,5 horas mientras otro autobús se dignaba a prestarnos el suyo, lo cual fue algo difícil porque el mismo tendría que ser devuelto luego porque el autobús no podía esperar a que termináramos de cambiar el caucho ya que se retrasaba y debía, por lo tanto, ese autobús correr el riesgo de hacer su propia travesía sin gato hidráulico.
Cambiado el caucho reiniciamos nuestra partida nuevamente. Saque mi libro y me dispuse a terminar los 4 últimos capítulos que me faltaban para terminar la novela. Terminando de leer el primero de ellos percibí un ya familiar olor a quemado y un, igualmente familiar, sonido de explosión. No, no fue el mismo caucho, sino otro diferente. “Bueno al menos todavía tenemos el gato” pensé. Lo que no me esperaba es que no tuvieran más cauchos.
Conclusión: yo y otros pasajeros paramos otro autobús, le pagamos y este nos llevo a nuestro destino. Salí del apartamento de mis hermanas a las 7am y llegue a mi propio apto a las 8pm. Por todo lo anterior… Me voy!